San Martín de Valdeiglesias
Penetrar hoy en este lugar permite al visitante evocar un tiempo pasado, en el que quiso hacer alarde de su dominio territorial, el hombre más poderoso de la España medieval: D. Álvaro de Luna, condestable de Castilla. Era el año 1434, y la población de San Martín se había sublevado contra el abad del Monasterio de San Pelayo de quién dependían. D. Álvaro de Luna, señor de la vecina Cadalso, aprovechó este conflicto para comprar al Monasterio sus derechos sobre San Martín por 30.000 maravedíes. El abad debió respirar aliviado al transferir población tan «levantisca». De este modo, el poderoso condestable de Castilla pasó a ser señor de San Martín, dónde construiría su castillo a partir de 1435.
A pesar de lo rotundo de su fortaleza defensiva, se cree que su utilidad sería la de cobijar al gran señor, tras sus jornadas de caza por la comarca. Evocar, durante la visita al castillo, el trágico destino de D. Álvaro de Luna permite reflexionar sobre la vulnerabilidad del poder. El castillo no está decorado con mobiliario antiguo o piezas ornamentales, por lo que te proponemos que tú visita sea sosegada, disfrutando de los diferentes espacios del recorrido, dejando que la imaginación y las sensaciones personales marquen su carácter.
Tras la ejecución del gran condestable en 1453, el castillo tuvo varios propietarios: los Duques del Infantado, Gonzalo Chacón (cronista de los Reyes Católicos) y la familia Corcuera. También es de destacar que la reina Isabel residió en él una temporada, tras ser declarada heredera del reino de Castilla.
El castillo de la Coracera reproduce el modelo básico de residencia señorial fortificada más extendido en la primera mitad del siglo XV, cuando se edificó. Este modelo estaba compuesto por dos cinturones defensivos, en torno a la torre del homenaje, la más fuerte y mejor defendida y, por ese motivo, el corazón de la fortaleza.
Leyendas y fantasmas
Cuentan los lugareños que el Castillo está maldito y tiene sus propios fantasmas. El primer propietario fue el condestable D. Álvaro de Luna, que acabó sus días en el patíbulo (1453), y el penúltimo, un personaje tétrico, de nombre Juan, del que se cuenta –para pasmo de la chiquillería– que tenía una leona a la que alimentaba con carne de burros que desangraba colgándolos de la puerta del jardín, que escuchaba marchas fúnebres y que una noche, jugando a la ruleta rusa, se le acabó su mala suerte…
Cadalso de los Vidrios
Palacio del Marqués de Villena
Bien de Interés Cultural
A 12 km de San Martín, D. Álvaro de Luna mandó construir su residencia de verano, en su origen castillo-fortaleza, ya que por 1453 las cosas andaban revueltas. Tras el triste final del condestable, el poderoso marqués de Villena se quedó con esta valiosa posesión. En el siglo XVI se transformó en el bello palacio renacentista que es ahora, pero sin perder su aspecto de fortaleza. Eran tiempos más amables y eso se percibe en la belleza de sus jardines.
El Palacio no se puede visitar, pero sí los jardines y el estanque que forman parte de un parque público, dónde podremos pasear por la huerta del palacio.
La leyenda de la hechicera y la fortuna de don Álvaro de Luna
En uno de sus muchos viajes por los caminos de Castilla encontró don Álvaro a una hechicera que leía el futuro en las palmas de las manos. Mandó parar a la comitiva y la adivina le aseguró que moriría en cadalso. Dicen que, desde entonces el condestable de Castilla y señor de 120 pueblos, no pisó el palacio de Cadalso de los Vidrios por si acaso. Él interpretó que la hechicera se refería a la población de Cadalso de los Vidrios, pero ironías de la vida, el gran condestable de Castilla moriría decapitado en “cadalso público” en la plaza Mayor de Valladolid el 2/3 de junio de 1453.
Esta leyenda es una de las muchas atribuidas a uno de los personajes más influyentes de la vida política y militar de España. Don Álvaro de Luna fue uno de los hombres más poderosos y ricos de Castilla y del país. Dicen quienes le conocieron que tenía 100.000 doblas de oro anuales de renta y que, en el castillo de Escalona, en Toledo, guardaba 80 millones de monedas, millón y medio de doblas de oro del Maestrazgo de Santiago y cofres llenos de monedas italianas de oro. Y hasta es posible que los datos se queden cortos, porque los estados mayores de Castilla y sus vasallos le pagaban por todo, por cruzar puentes y puertos (derechos de pontazgo y portazgo), además de otras tasas y tributos como los de pernada, el monopolio del horno, del molino, y la fragua o los derechos de cabalgada, albergue, pesca, caza y pastos.
Entre las posesiones de don Álvaro estaban los puertos de Aldea del Fresno, Cadalso, Rozas de Puerto Real y Cenicientos. Mucho territorio que gobernaba desde la fortaleza de Escalona y a veces desde el castillo de la Coracera después de que comprara la villa de San Martín al abad del monasterio de Pelayos por 30.000 maravedíes de renta. También compró Villa del Prado por 40.000 maravedíes, lugar donde hizo construir un palacio para sus escapadas. En cambio, el palacio de Cadalso, que había mandado levantar, apenas lo frecuentó, y menos desde la predicción de la hechicera.
Casa de los Salvajes
También conocida como Casón de los Austrias. Es un edificio renacentista que, en otra época, fue una casa solariega cuyo dueño fue D. Juan Miguel de Aristía, secretario del Infante D. Luis Antonio de Borbón, hermano del rey Carlos III. Dicho secretario fue testigo del nacimiento de D. Luis María de Borbón, “el cadalseño”, en el Palacio de Villena de Cadalso de los Vidrios. Se conserva la fachada en piedra, barroca, con un gran escudo al que sirven de tenantes dos figuras humanas en piedra, de tosco aspecto, barbado, de tamaño natural, con el cuerpo desnudo y cubierto de escamas, con un cinturón trenzado sosteniendo en el brazo libre un grueso bastón. Constituye una portada y frente de casa inusual, que revela ostentación por parte de su primer propietario. Llamada “del Austria” o “de los Salvajes” (por analogía con los de un viejo caserón que hubo en Madrid, en la plaza del Conde Miranda). Hoy se encuentra totalmente restaurada, y alberga en su interior la Oficina de Turismo del municipio y el Archivo Municipal.